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Pequeño Sisiano
Su galapor chocó contra un árbol de Titú. ¡Claro! Por andar emplantinado contemplando a esas extrañas letinas. El golpe fue tan gatiloso, que tuvo que desaparecer de la escena del crimen para no levantar mitunos. El pequeño Sisiano ahora se encontraba solito solo en Kreimentiti. Todos los sisianos eran diferentes. Este era mitipluno, honiplón y de nolitos violeta. Cuando se amustaplaba, desprendía un olor a uva silvestre. Tenía la calaceta llena de sazíguas de colores y siempre usaba un vestido de aspaligúas brillantes. Iplúas después del estrapiletor, los papabios de la tribu lo encontraron tatiluño en una babacúa y lo escondieron en sus hamalacas para protegerlo del munetat. Tres iplúas después, el pequeño Sisiano se sentía como en umaca en Kreimentiti. lo Lo que más le gustaba de su nueva umaca era el Ñanamara porque podía jumineciarse junto a las letinas, mientras estas hacían el rito del meneo con un lilito de madera peluda. De izquierda a derecha arnicatlaban el suelo y cantaban versos a la naturaleza. Después del ritual, llegaba la hora umbriaca. Pronto se acostumbró a las titianas, pulines, tekiris, amantarines y cuarigales. Estaba amaltinado, pues en su munetat no había nada de eso. El pequeño Sisiano se sentía amigacitelinado pero feliz. Iba sigaliuno de casa en casa dándoles un zogasopi agradecido. Durante el recorido los amaciguanes del munetat aprendieron un poco de sisianés y se tomaron fitufines para su zazín. El pequeño Sisiano vivió para siempre en su galapor, ese que un iplúa chocó contra un árbol de Titú.
CORTOS SALVAJES
ESQUEFANTE
Cuando tuvo al cazador en frente, intentó hacer un trato con él. Como quería conservar los colmillos, le ofreció su colección de laminitas del álbum de Jet. El cazador no se dejó tentar con aquella propuesta y disparó un dardo de sueño. Cuando el elefante se despertó, el álbum ya no estaba.
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CORANGOSTA
Cansada de salir igual en todas las fotos, fue a la peluquería a que le hicieran algo diferente. Lo único que encontró en el revistero fue una colección de corales del pacífico.
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PULPONGO
Vio caballitos de mar cabalgando entre unicornios y salmones dejándose llevar por la corriente. Sus tentáculos hacían coreografías al ritmo de Fruit de la Passion, mientras su mente viajaba por un espacio cósmico. Se había comido un hongo.
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PESQUELETO
En un afán de supervivencia, decidió tatuarse un esqueleto. Ese día dejó de ser la comida preferida de los tiburones. Ya no lo veían provocativo. La estrategia tuvo tanto éxito en el cardumen, que abrió su propia tienda de tatuajes y no tiene citas disponibles hasta julio del próximo año.
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